Varias lunas

Los días han pasado con algunos altos y bajos. Desde la noticia de un viaje, visitas al médico hasta una niña perdida.
Cuando te enteras que alguien cercano se irá a trabajar lejos se mezclan sentimientos y emociones. Intentas ser positivo imaginando el mundo de posibilidades que se encontrará en el lugar de destino, pero también se piensa en  lo difícil que es dejar tu tierra y hogar por mejores oportunidades, oportunidades que en tu natal terruño tal vez no se tiene. Pero el amor y los lazos familiares son grandes y traspasan fronteras y alcanzan y sobrepasan y esperan y encuentran... Y eso me consuela.
La visita al médico no pasó de un susto. Es clásico llevar un estilo de vida algo ajetreado y contaminante y no reparar en lo perjudicial de éste hasta que nos sentimos mal. Pues, para variar eso pasó. Dolor, molestia, preocupación, visita al médico, medicina provisional, endoscopia, biopsia, espera, resultado y gracias a Dios, solo tratamiento y alimentación saludable. Y es que, aunque sabemos que ciertas cosas nos afectan las seguimos haciendo porque nos creemos intocables y nos sobramos de nuestra suerte, pero la salud señores no es cuestión de suerte. Así que ganas y conciencia que la vida es buena y bella.
Con todo lo anterior revoloteando en mi mente, me encontraba en un supermercado apurada comprando víveres para el lonche. Después de un día agotador sólo quería llegar a casa, cenar y dormir; sí, así sin ducha, estaba tan exhausta que ni siquiera tenía ganas para bañarme (sabiendo que lo necesitaba) Pensé que un poco de sudor extra no me mataría pero sí tal vez a la pasión marital que para ese momento estaba muy lejos de mis anhelos por estar extremadamente cansada, aunque sabía que mi esposo no compartiría mi pensar, a la par ideaba como canjear la noche del sábado por la mañana del domingo sin problemas ni resentimientos (Porque sí, ellos se resienten cuando no les hacemos cariñito)
Pues maquinando y comprando por fin salí airosa de las cajas de pago llenas de gente que suele haber los fds y agilizando el paso me dirigí hacia la puerta. De pronto con dirección contraria se acercaba una pequeña niña  de más o menos 5 o 6 años que miraba a todos lados asustada y llorando, automáticamente me paré y le pregunté dónde estaba su mamá, me contestó que no sabía, que no la encontraba. La tomé de la mano y me dirigí nuevamente a una de las cajas donde me indicaron que la llevara a atención al cliente.
Mientras nos dirigíamos hacia allá, la pequeña seguía llorando desconsolada mientras yo con mi voz de cachaco,  la cual suelo poner en situaciones críticas para evitar chillar, le explicaba que pronto encontraríamos a su madre, quien seguramente también estaba al borde a la locura buscándola. Cerca del lugar indicado le dije que se calme y me dijera su nombre y el de su mamá, los cuales dijo con claridad y muy segura, al tiempo pensé si mi niña de 5 años sabría dar exacta razón de pasarle algo similar y sentí temor y angustia al creer que no sabría hacerlo, porque a veces, no reparamos en situaciones como éstas de las que nadie está libre. Porque pasan en fracciones de segundo, en un pestañeo en un abrir y cerrar de ojos.
En ningún momento pensé en culpar a la mamá de descuido; es más, de algún modo sentía su dolor y trataba de mantenerme tranquila para tranquilizar a la pequeña, a pesar de saber a mis hijas sanas y salvas en casa, la situación me hacía solidarizarme al punto de no poder dejar a la pequeña hasta verla con su mamá. Poco después de hacer el llamado apareció una señora más joven que yo, desencajada y con los ojos llenos de lágrimas llevando un carrito de compras en donde tenía a otra niña más pequeña que la que había extraviado. Le pregunté si era la mamá y me respondió que sí. Solté la mano de la pequeña y me fui. No miré qué pasó porque estaba al borde del llanto, pensando que podría haberme pasado a mí y esperando y rogando que si pasa, sea una persona buena quien auxilie a mi hija.
Y así pasaron mis últimos días, semanas con gustos y disgustos, penas y alegrías, con ganas de escribir, pero sin encontrar las palabras adecuadas, los enlaces correctos, la imagen perfecta, el título apropiado, y como siempre algo de chiste, porque sin risa nos agotamos y nos desgastamos.  Y mientras haya solución se vale reír.










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